Ese día no bebió su luz y esperó a su médico sentado en la cama. Sábanas blancas, escena pura.
Nada lo asustó, nada cambió su estar a oscuras. Siempre en el borde; así, entre la vida y la nada .
Desde entonces, continuó sentado. Esta vez al borde de la cama, de la que colgaban sus pies en todo su peso.
De pronto , la cama levantó vuelo, y todos los trapos también.
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