y estuve allí como un centinela
defendiendo tu morada.
Esa noche de agosto
irrumpieron las bestias envejecidas y despiadadas
y exhibieron toda su virulencia .
A destiempo,
mostré a la plebe mi llaga ardiente
y rodé por los pasillos de los viernes,
y no pude resistir el dolor diseminado en el cuerpo.
Partí desencajada mi quijada
¡Oh peregrina gramática que escarbas en mí
hasta llegar al fondo del más temido placer!.
Calladamente una brisa de espanto
apretó mi lápiz hasta el final del verso
y sangró el papel,
y no hubo ofrendas ni huéspedes en tu honor.
El día quedó inconcluso.
Una bocanada de aire ceniciento aspiré.
B.C.